Calca

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MITOS Y LEYENDAS


LEYENDA DE SUMAC TTICA - (URCO)

Don Thomas E. Payne, pastor evangélico, administrador de la ex-hacienda Urco ubicada a dos km. de la ciudad de Calca, relataba la leyenda que oyó de labios de ancianos indígenas, que indicaban la forma como llegaron por las cordilleras abruptas las aguas promisoras para regar los jardines y chacras del inca Urco. Urco un Señor que era padre de una linda muchacha llamada Sumac Ttica, a la que cortejaban dos poderosos curacas -Orqo Huaranqa y Orqo Huaraka-; ofreció la mano de su hija al enamorado curaca que consiguiera dotar de agua a las sedientas tierras de la región; entonces los ejércitos de trabajadores, hábilmente dirigidos por sus enamorados jefes, construyeron sendos canales, el uno que conducía el agua de una laguna -Pawaray- que estaba en las altas punas y que llega por el mismo filo de la crestería de los cerros; el otro que viene bordeando la ladera. Ambos llegaron al mismo tiempo y decidieron ganar el amor de la princesa mediante las armas. En la batalla fue derrotado el elegido por el corazón de Sumac Ttica; y ésta, desesperada para no cumplir la ley del padre, de no poder ver realizado la ley del amor, invocó a los dioses, junto al acue¬ducto construido por el amado, donde quedó convertida en piedra para toda la eternidad.


LEYENDA DE "CHUQUILLANTHU"

En los parajes andinos del Valle Sagrado de los Incas, la princesa Chuquillanthu vive con su hermana menor en un hermoso palacio del Sol. Durante el día pueden las dos herma¬nas pasearse por la sierra, pero deben regresar antes de que llegue la noche. Las puertas del palacio se hallan celosamente vigiladas y a ningún varón le es permitido aproximarse a ellas. Un día al caminar por la cumbre del Sawasiray, las hermanas conocen a un apuesto mancebo, natural de Lares, pastor del ganado blanco destinado a los sacrificios y conversan con él. La bella Chuquillanthu se enamora del pastor, y por la noche, en sus sueños, se le aparece un pajarillo que le aconseja que vaya a sentarse en medio de las cuatro hermosas fuentes, que representando a los cuatro grandes suyos del imperio existen en el gran patio del palacio; una vez allí, la doncella debe ponerse a cantar; si su canto es repetido por las cuatro fuentes, querrá decir que le acompañará la ventura en su amor. La princesa, despierta con la inquietud consiguiente, corre a sentarse y canta tal como el pajarillo le dijo; y las fuentes repitieron la canción sin ninguna tardanza. El pastor, enamorado también, comprendió que el corazón de la doncella era inalcanzable; solamente entregaba-al viento su dolor en las tristes notas de su quena. Pero su madre, viendo como languidecía el joven, recurrió a los adivinos para saber lo que con él sucedía. Un día en la choza solitaria que habitaba su hijo, éste se introdujo repentinamente en un bordón (") mágico que ella había conseguido. Apareció Chuquillanthu con su hermana en la puerta de la choza y seducida por la hermosa apariencia del citado bordón, pidió a la mujer que se lo regalara. De este modo el pastor llamado Aqoyrapha penetró en la morada de la princesa (palacio del Sol). Al día siguiente Chuquillanthu salió sola con el bordón en la mano y convirtién-dose en ser humano, los amantes se acogieron en los parajes discretos de una quebrada. Una de las guardas celosas de la princesa había seguido sus pasos tras ella, encontrándolos en brazos del amor. A las voces de alarma, los enamorados huyeron hacia los parajes de la sierra, junto al pueblo de Khallka y cansados de caminar se asentaron encima de una peña y se adormecieron. Y como oyesen gran ruido, entre sueños se levantaron, tomando ella una ojota en una mano y la otra calzada en el pie, mirando a la parte que es el pueblo de Khallka el uno y la otra fueron convertidos en piedra. Hoy día aparecen las dos estatuas desde Huayllabam-ba y Maras cuyos nombres quedaron como Pitusiray y Sawasi-ray.


LEYENDA DE PAUCART'ICA

Durante el reinado del inca Lloque Yupanqui vivía en el pueblo de Qhaqya-Llaqta una ñusta huérfana y de noble estirpe, llamada "Chimpupaucar", más conocida por Paucart'ica entre sus varios pretendientes, por la inquietante belleza con que natura la había favorecido. Mama Ninancuru, la vieja nodriza que regentaba la servidumbre del palacio en que vivía Chimpu Paucart'ica, solía amonestarla para que eligiera esposo digno de ella, advirtiendo que, hecha la elección, se abstuviese del "Kuska Sami Kausay" (vivir juntos amándose), dando aviso a los Tucuyricuq y al "Aqorasy", con cuyo permiso podría encaminarse al Qosqo a recibir la bendición del "Willaq Urna" o Sumo Sacerdote, volviendo a Qhaqya-Llaqta para festejar su boda. Chimpu Paucart'ica le avisó que era hija de una Palla o princesa, y que como mujer libre y honrada había hecho ya su elección sin que nada tuviera que ver con extraños a su lar nativo. A lo cual Ninancuru le manifestó que el Aqorasy era la primera autoridad, encargada de velar por la moral de los habitantes y por el estricto cumplimiento de las leyes del Inca; siendo los Tucuyrikuq celosos vigilantes que cumplían sus órdenes y observaban todo calladamente para darle aviso. La huérfana, que ya estaba en la edad del cututeo (léase pubertad), fue sorprendida una mañana por la visita de un noble orejón llamado T'ito Q'osñipa. Este, acompañado de sus parientes y conduciendo valiosos regalos, iba a efectuar el "rimayqamuy makinta mañarispa", o sea pedir la mano para casarse, relatándole la genealogía de sus ascendientes e infor-mándole que era "Umakamachikuq" (jefe superior) de las tropas que guarnecían la Pucará o fortaleza de Saqsa-Uma. La pretendida se limitó a agradecer la visita del guerrero y sus obsequios, pidiéndole plazo de medio año para contestar a su petición, mientras él obtuviera licencia del Inca para casarse con ella, que era de ayllu y linaje diferentes. Esa respuesta era una disimulada negativa de la huérfana; porque, si bien era cierto que una ley del Imperio prohibía el matrimonio entre subditos de ayllus distintos, la repulsa era porque Paucart'ica amaba a un cusqueño llamado Cutipa Choquemaki, cuyos padres vivían en el barrio de Karwinqa (no Carmenca), donde ella se hospedaba cuando concurría a las fiestas del Inti Raymi. T'itu Q'osñipa seguía visitando a Chimpu Paucart'ica, vocativo que los servidores de palacio dieron a conocer a los habitantes de Qhaqya-Llacta. Estos supieron que la huérfana, que para todos tenía trato afable, recibía refunfuñando al enamo¬rado guerrero, quien tomándola en brazos le decía cariñosa¬mente. "Imaraykun, urpillay, llapapaq rumy hiña kanki, ñoqa sapallaypaqtaq nanachikuq ñauch'is kiska kanki. La traducción castellana de este apostrofe es, aproximadamente: "¿Por qué, paloma mía, eres para todos como resbaladiza piedra; y sólo para mi, dolorosa y penetrante espina?". Fastidiada la huérfana con las frecuentes visitas de T'itu J'osñipa, ordenó a Mama Ninancuru que hiciera cerrar las puertas del palacio, y que en el andén superior pusiera un criado que diera señal de alarma a la llegada de un extraño. Un tanto tranquila, Chimpu comenzó a tejer una honda con fino hilo de vicuña. Se acercaba la fiesta del "Malqoy", que sería celebrada en la explanada de la fortaleza del Saqsa-Uma, y ella quería obsequiar esa honda a su enamorado Cutipa Choquemaki. Este, entre decenas de waynas (jóvenes), practica-ría, después de la carrera de resistencia, ejercicios de lucha y flexibilidad en la "Hinq'ina", en presencia del Inka, de cuyas reales manos recibirían la recompensa los que resultaran victoriosos. Chimpu Paucart'ica avanzaba en el tejido primoroso de la honda, pensando en Cutipa, cuando una pequeña Yuthu o perdiz vino a morir sobre el hilado. Alarmada la hermosa tejedora llamó a Mama Ninancuru y le contó lo sucedido. La vieja nodriza le dijo que la muerte de la perdiz delante de ella y sobre su labor era un mal presagio, que sólo un Amauta (sabio) o Quipukamayoq (tenedor de Quipos) podría explicar. Chimpu y Ninancuro hicieron llevar a palacio a Tayta Alanoqa, un indio anciano y muy codiciado por cuantos le conocían, por sus acertados pronósticos. Enterado del motivo de la llamada, el viejo extendió en el suelo una manta negra, esparciendo puñados de coca sobre unos pequeños ídolos que sacó de su Ch'uspa, y, después de revolver todo varias veces, dijo que el Auki del Salqantay estaba enojado con Chimpu porque no fue al templo de Qoricancha a hacer su ofrenda de Miska (primicia) de la cosecha de sus tierras, y que sería desgraciada en su próximo matrimonio; y que tampoco tendría hijos, porque un mal paso le quitaría la vida. Acabó diciendo que la muerte de la perdiz sobre su labor era un augurio funesto y de cercano cumplimiento. La ñusta y su nodriza suplicaron al indio que mirase la coca otra vez y mejor, pero Alanoqa se negó a ello, agregando que el tiempo demostraría la certeza del augurio. Y después de arrodillarse respetuosamente a los pies de la enamorada Chimpu se retiró, dejando confundidas a las dos mujeres. Cutipa Choquemaki salió vencedor en las pruebas del "Malqoy", siendo premiado por el Inca con la Qantuta, puesta sobre el pecho cruzado por la honda obsequiada por Chimpu. Recibió además, la maqana (cachiporra), el arco y la aljaba de flechas, que le convertían en soldado de! ejército del Empe¬rador. Este triunfo de Cutipa llenó de gozo a Chimpu Paucar, quien juró amarle hasta la muerte. Y cuando la joven volvió a Qhaqya-Llacta, ordenó a Mama Ninancuru que hiciera cerrar las puertas de su palacio, colgando antes en los dinteles manojos de retama, como señal de desprecio a T'itu Q'osñipa. Este se presentó días después ante la hermosa Chimpu, para decirle que el Inka le había concedido licencia para casarse con ella, como premio a sus servicios en el ejército y como excepción de las leyes del Imperio. La orgullosa ñusta le dijo a T'ito que no le amaba y que iría al Qosqo a arrojarse a los pies del Inka y rogarle que revocase la licencia. Y volteándole las espaldas ordenó a su nodriza que devolviera los regalos que llevó Q'osñipa; y que le hiciera mirar los dinteles de las puertas para que se convenciera ¡ su desengaño. Pero T'itu Q'osñipa no se dio por vencido y c donde el Aqorasy Sayri Willkanina, a quien avisó el desaire sufridoo, pidiéndole que hiciera respetar y cumplir lo dispuesto por el Inka. Willkanina, seguido de los Tukuyrikuq, fue a palacio de la indefensa ñust'a y sin atender ruegos ni lágrimas, le ordenó viajar ese mismo día al Qosqo y obedecer la orden del Sobera¬no, si no quería ir a la Muchuchina y después al suplicio. (La Muchuchina fue una cárcel de piedra, cuyas ruinas son aún visibles en Qhaqya-Llacta). Chimpu Paucart'ica se resignó a ser esposa de T'itu Q'osñipa, y, cumplidas las prescripciones del Willaq Urna, el guerrero fijó su residencia en el barrio de T'oqokachi (hoy San Blas) dejando el palacio de Qhaqya Llacta al cuidado de Mama Ninancuru. Renovadas algunas lunas, el guerrero T'itu Q'osñipa recibió orden Real de marchar con sus tropas a la fortaleza de Waqra Pukara, por cuyo motivo mandó que su esposa Chimpu volviera a su palacio de Qhaqya Llacta seguida de sus criados. Poco después del viaje de su marido, la hermosa Chimpu le dio cita a Cutipa Choquemaki, que viajó presuroso a Qhaqya; y después de brevísima entrevista con ella, convinieron en verse en una cercana encañada, en cuyo fondo estaba el cementerio, ya cuando los habitantes durmiesen. Mas la llegada de Cutipa y su salida del palacio de la ñust'a fue notada por los centinelas que estaban de atalayas en dos cumbres elevadas a la entrada del pueblo. Mama Killa derramaba sobre el pueblo de Qhaqya su pálido fulgor, cuando Paucart'ica bajó al cementerio a encon¬trarse con su amante Choquemaki; pero al poco rato que un abrazo juntó a los dos culpables, éstos quedaron repentinamente presos por las anillas de cuatro sogas que, diestramente lanzadas desde lo alto por los Tukuyrikuq, ajustaron los cuerpos de ambos, mientras el alarmante sonido de los pututos (bocinas de concha marina) despertaba y reunía a los habitantes de Qhaqya-Llacta. El Aqorasi Willcanina, después de escuchar la denuncia de los Tukuyrikuq, tomó asiento en lo alto de un peñón, situado en mitad de un cementerio. Dirigiéndose a sus subditos, dijo que no fueron llamados para rogar a Pachakamaq por las almas de los difuntos, sino para que fueran testigos y tomaran en cuenta, para escarmiento, del castigo que haría dar a Paucart'ica y Cutipa Choquemaki por haber sido sorprendidos en adulterio y profanación del Ayawasi, que era lugar sagrado. Sayri Willcani¬na se arrodilló y, levantando los brazos, hizo una invocación a Pachakamaq, acabando por anunciar a todos que en su nombre serían ajusticiados los delincuentes y sus cómplices. Luego ordenó que los Tukuyrikuq diesen muerte a palos a Mama Ninancuru y a seis criados del palacio, castigándolos como encubridores del adulterio de Chimpu, porque no avisaron la visita de Cutipa Choquemaki. Luego fue ahorcada la hermosa ñust'a con su propia cabellera, sin que se desligaran de su cuerpo las sogas que la sujetaban a su amante Choqemaki, cuya cabeza fue cortada con un tumi y enviada al Qosqo, para ser amarrada en lo alto de un palo colocado a la entrada del barrio de Karmenqa, donde vivían sus padres. Ese palo y esa calavera desaparecieron después de la entrada de los españoles. Finalizados los castigos ordenados por Wiilkanina, los Tukuyrikuq formaron hilera con los cadáveres de Mama Ninancuru y los seis criados, atravesando encima los cuerpos de Cutipa y Paucart'ica, que quedó debajo de su cómplice. La aurora del nuevo día sorprendió a los habitantes de Qhaqya-Llaqta, que huyeron de sus casas comentando la inflexible justicia de los Inkas, que no perdonaban el delito de adulterio. Para los espíritus fuertes de hoy, ese crimen de adulterio no es más que un episodio galante, del cual nadie debe extrañar. El Aqorasi Wiilkanina marchó al Qosqo. Arrodillándose ante el Inka Yupanki, le refirió lo ocurrido y el castigo dado a los adúlteros. El Inka no sólo aprobó la justicia del Aqorasi sino que ordenó que arrasara el pueblo de Qhaqya-Llaqta, después de que sus habitantes fueran enviados a establecerse en Chincheros. La calavera del infeliz Choquemaki permaneció, como antes dijimos, a la entrada del barrio de Karmenqa, hasta que los españoles comenzaron a construir casas en ese sector de la ciudad. Fueron los indios del tiempo de la iniciación de la república quienes llamaron "Umacalle" a esta entrada, por la tradición anotada, y también porque la consideran cabeza de las calles de la ciudad imperial del Qosqo".


 
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